Aquí estoy de nuevo para traeros el segundo ejercicio del reto creativo de Literup que os conté en la entrada anterior, en este caso el número tres de la lista. No me quiero alargar porque el relato ha quedado bastante extenso, así que os dejo directamente con ello.
3º Ejercicio del reto:
Imagina que eres un superhéroe con una gran fobia a la oscuridad, escribe un relato de superación.
Iguales.
El jefe me hace un gesto de cabeza y yo asiento mientras me doy la vuelta y salgo corriendo hacia la casa, dejando atrás los gritos de la mujer y la conmoción de los vecinos que siguen saliendo a la calle desde las viviendas colindantes, rodeados de sus propias estelas de vaho, vistiendo batas y pantuflas como en una extraña fiesta de pijamas callejera e improvisada. Todo queda atrás cuando atravieso el umbral de la puerta y avanzo por el pasillo lleno de humo. La luz ya no funciona, está oscuro y solo puedo ver el haz de la linterna, como algo sólido entre el humo, intentando abrirse paso. No se ve nada.
Por un momento se me eriza el bello de la nuca, a pesar de que la temperatura es cada vez más elevada. No tengo tiempo que perder, pero no puedo evitar que mi cuerpo se ralentice cada vez que tengo que trabajar a oscuras. Lo sé, soy un adulto, debería haber superado algo así hace mucho...
"Vamos chico, céntrate".
Respiro hondo dentro de la máscara y pestañeo con fuerza buscando la forma de recuperar la concentración, mientras siento mis manos húmedas bajo la capa gruesa de la tela ignífuga de los guantes. No se oye nada, sólo el zumbido del fuego tragándose el oxigeno en el comedor, justo al lado, y en lo alto de las escaleras y rezo para que ese crío esté inconsciente y no muerto:no hay gritos de auxilio, no hay golpes, no sé dónde buscar. Me dirijo a la planta superior en busca de las habitaciones ¿Dónde va a estar un niño si no en su habitación? Es en el primer sitio donde se me ocurre buscar, pero tampoco sé donde está. Los peldaños vibran bajo mis pies y la baranda de madera está en llamas, pero la claridad que desprende me ayuda a seguir adelante.
Primera habitación:cuarto de baño, vacío.
Segunda habitación:dormitorio de matrimonio, vacío.
Tercera habitación... debe ser aquí. Tomo aire antes de abrir, probablemente el pomo esté ardiendo y puedo ver como el aire y el humo corren hacia dentro por debajo de la puerta, hay fuego dentro de la habitación. Dudo, pero justo en ese instante, los cristales de la ventana explotan llenando el cuarto de oxigeno y sé que eso va a avivar las llamas, así que entro de golpe dando un vistazo rápido. ¿Me equivoqué? Parece que ya ha ardido todo.
Hay algo de claridad ya que la persiana metálica está subida y la luz de una farola cercana crea una pantalla blanca y rectangular sobre el humo del cuarto, pero la correa que sujeta la persiana está carbonizada y no tarda en partirse dejándola caer a plomo y volviendo a dejar la habitación prácticamente a oscuras. No veo fuego aún, solo humo blanco y espeso como la leche. Entro dando un par de pasos y encuentro la cama, que ya ha ardido. Se ha derretido y ha creado un charco de petroleo debajo, ahí no puede haber nadie. Cerca hay un armario que está ardiendo por una esquina. Pienso que ni siquiera parece el cuarto de un niño mientras me acerco. Cama y armario, nada más. Quizá es gracias a que apenas hay nada que no se ha carbonizado el armario todavía, el fuego no ha podido coger fuerza.
Las puertas de madera están cerradas con llave y la llave no está puesta. Es inútil tratar de encontrarla ahora, así que empujo el gran mueble con todas mis fuerzas para separarlo de la pared y golpeo la madera con mis nudillos enguantados. Típico, puertas fuertes y resistentes delante, pero chapa fina de madera detrás. Saco el hacha del cinturón en un gesto rápido y la uso a modo de palanca en un lado del armario, separando la chapa como si fuera la tapa de una lata de conservas y haciendo que el humo del interior salga hacia arriba a borbotones, como la nata de una manga pastelera invertida.
Alumbro el interior con la linterna y ahí está, un crío de unos 3 o 4 años, pequeño, casi un bebé, hecho un ovillo sobre el suelo del armario, respirando con dificultad, balbuceando inconsciente en un susurro.
-Mamá... lo siento... no me encierres, por favor...
Debería cargarlo y salir corriendo, pero por un momento me veo a mi mismo en ese niño.
"¡Mamá, no me encierres! ¡Me da miedo la oscuridad!. Silencio. Una hora, dos horas, tres horas... Tengo frío. Está oscuro. Tengo miedo. Doce horas, veinticuatro. Oscuro, oscuro, oscuro. Silencio. Tengo sed. Tengo hambre. Tengo miedo. Silencio. ¿Cuánto tiempo ha pasado?, ¿y si nadie viene?,
¿y si me dejan aquí?, ¿y si jamás vuelvo a salir? Oscuro. Oscuro. ¡OSCURO! Tengo miedo. ¡No quiero morir!..."
Su tos me saca del trance. No es momento de revivir viejos traumas. Lo agarro con fuerza y salgo de la habitación, incluso el suelo de parquet arde fuera y la escalera está empezando a desmoronarse. Pero, ¿por qué estaba ardiendo la habitación? También hay fuego abajo. Se inició en varios focos... Piso la escalera y los escalones se deshacen como un castillo de naipes, pero caigo de pie y logro sujetar al niño protegiéndolo de la caída. Me abro paso entre las llamas y los restos de escalera y veo de refilón algo rojo derritiéndose entre las maderas carbonizadas:¿un bidón? Gasolina. El incendio es provocado. Salgo a la calle a la carrera entre una nube de humo, tal como harían con los efectos especiales de una película de las buenas, justo a la vez que la ambulancia está llegando. Abren las puertas traseras incluso antes de detenerse y me arrancan al niño de los brazos mientras cubren su pequeña y tiznada carita con esa enorme mascara de oxigeno.
Miro a la madre mientras me quito el gorro protector y los guantes y camino hacia ella. Está estática, incapaz de reaccionar. Ella estaba en la calle cuando llegamos con el camión, ni siquiera avisó de que había alguien dentro hasta minutos después. El incendio es provocado. Es provocado y ella no está llorando preocupada por su hijo. No va a ver cómo está, no hay preocupación en su mirada, como si no entendiera por qué está ahí, vivo.
De pronto me ve, cuando estoy casi junto a ella, y sonríe extrañamente en un gesto de falsa empatía, recolocándose el pelo con una calma fingida muy fuera de lugar.
-¿Dónde estaba?
-... -cojo aire, no quiero precipitarme- En el armario.
-Vaya, no pensé que podría estar ahí...
Su mano se desliza nerviosa dentro de su bolsillo derecho. ¿Qué está sujetando? Agarro su brazo sin dudar y la obligo a sacar la mano. Algo brillante reluce en su puño y no necesito comprobarlo para saber que es la llave del armario. Del bofetón que le doy la deja caer al suelo. No ha estado bien, lo sé, pero veo a mi madre en su mirada y algo vuelve a encajarse en mí cuando me doy cuenta de que todo ha terminado, de que ya no hay nadie en ese armario. El niño está bien, eso es lo importante. Ella jamás volverá a hacer daño a nadie y por un segundo, siento como si me hubiera salvado a mí mismo, como si de pronto, la luz hubiera irrumpido en un rincón de mi alma que siempre había estado a oscuras.
Bueno espero que os haya gustado, aunque creo que esta vez me ha quedado algo bastante dramático xD Saludines a todos, recordad comentar, seguir, compartir y todo eso ;3 ¡Hasta el próximo relato!
(¿CON QUE UN BOMBERO EH? JIJIJI... Los bomberos son los superheroes por excelencia y valen para todo:¿inundación? Bomberos, ¿fuego? Bomberos, ¿accidente? Bomberos, ¿gato? Bomberos, ¿zombis? Bomberos... MÁS APAÑAOS QUE UN JARRILLO DE LATA JAJAJA...).
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