martes, 31 de agosto de 2021

Relato: Amistad, primera parte(#EstrellasDeTinta, agosto) y Micro.

 Os traigo para el reto de escritura #EstrellasDeTinta que dirijo, bases aquí, la primera parte de este relato, en unas horitas la segunda mitad ^^ al final las especificaciones y el micro con recomendación.


AMISTAD (1º parte)


Estoy segura de que durante nuestra infancia y parte de nuestra adolescencia, todo el mundo hemos tenido una tía, un pariente lejano o unos abuelos qué vivían en "el pueblo". Y ese solía ser el lugar al que ibas con tus padres de vacaciones o, por qué no decirlo, donde te enviaban a pasar el verano para tener algo de descanso una temporadita.

En mi caso, mis padres están divorciados desde que era un bebé y a mi padre no se le ocurrió otra cosa mejor para que dejara de preguntar por ella, que enviarme a casa de mi madre, a la que ni recordaba, y que además vivía en un pueblo en la montaña a trescientos kilómetros de casa. Papá tenía también la ingenua esperanza de que el viaje me ayudara mágicamente a aprender a hacer amigos y a comportarme como cualquier persona estándar, cualquiera que no se pareciera a mí ni a mi madre, claro. Yo no lo sabía pero, por lo visto, ambas compartíamos ese rasgo antisocial. De paso, mi padre descansaría un poco de mi etapa rebelde, qué hay que reconocer que se lo merecía.

Mi madre llevaba doce de mis trece años sin formar parte de mi vida y conocerla me parecía algo tan emocionante como aterrador, pero el reencuentro fue normal, dos besos, un abrazo, conversación ligera y un viaje de cuatro horas largas en las que la radio habló bastante más que nosotras.

Al llegar a mi nuevo hogar temporal descubrí muchas cosas. No solo iba a vivir en un pueblo dejado de la mano de Dios, sino que la finca ni siquiera estaba en él. Los vecinos más cercanos estaban a doscientos metros cada uno, en distintas direcciones, y el pueblo a un par de kilómetros. También entendí que no sabía nada sobre mi madre, que la imagen que tenía de ella era pura fantasía y que habría agradecido que aprovechara las largas horas de trayecto para dejar caer sutilmente que no vivía sola: se había vuelto a casar.

Y lo qué más me costó asimilar, que tenía dos hermanastros mellizos de once años. Me dolió. De alguna forma había asumido que mi madre se había ido porque no soportaba la idea de ser madre, de asentarse y vivir con nosotros como una familia. Darme cuenta de que me había abandonado a mí pero había tenido más hijos con otra persona, hacía que me sintiera la causa directa de su marcha. Ahora comprendo que las cosas no suceden por un solo motivo, que quizá no era feliz, que quería a mi padre de otra forma, que no estaba lista, que prefirieron mantener las distancias por lo tenso de su relación y mantenerme al margen, que creyó que papá podría darme más amor y que no sabía como afrontar la situación. Pero entonces... entonces yo no comprendía nada. Era demasiado joven para razonar, para entender que los adultos no siempre saben lo que hacen ni cómo actuar, que también dudan y que la edad no cambia el hecho de que cualquiera puede tomar malas decisiones.

Los primeros días traté de estar en casa, de adaptarme, pero la situación me incomodaba. Lo único que hacíamos era pasar horas y horas viendo la tele, doblando ropa y coloreando libretas con los mellizos. Me llevaba sorprendentemente bien con ellos, pero simplemente prefería pasar el rato a solas. Con trece años, salir a explorar la propiedad y ponerme verde de musgo me resultaba mucho más interesante que hacer tareas domésticas y estar en casa todo el día.

Me había levantado muy temprano ese día, dejé una nota pegada en la nevera avisando de mi intención de escaparme a explorar y al salir a la calle, me sorprendió encontrar a una niña pecosa de pie frente a la puerta de casa, tiritando, como si hubiera estado esperándome desde el amanecer. Su pelo largo y negro se había convertido en una maraña llena de ramitas y hojas que le cubría los ojos a medias. Me sonrío enseñando un hueco en su dentadura: le faltaba la paleta derecha y me pareció adorable.

¡Hola! ¡Me llamo Pumpkin! Te vi llegar el otro día, ¿cómo te llamas? ¿Quieres ser mi amiga?

Soy Venoa...

¡¡Venoa!! Qué bonito.

A nadie le gusta.

A mí mucho. Te lo cambiaría por el mío.

Tampoco me gusta Pumpkin...

Oh, no, no. Eso es sólo un apodo. No tengo nombre, pero nací en otoño y me gusta Halloween y las calabazas y los caramelos y los caquis y el naranja y... ¿te vas a quedar a vivir aquí?

No, solo he venido a pasar el verano.

Su cara se entristeció por un segundo, pero la sonrisa volvió a iluminarle el rostro enseguida, como si no pudiera contenerla.

Jamás supe su verdadero nombre, pero tampoco me importó. Tenía doce años, era vecina de mi madre y eso fue todo. Pasábamos los días juntas explorando el bosque, subiendo a los árboles, jugando entre las hierbas y maleza, cazando insectos... Llegamos a ser amigas, aunque quizá el significado de la palabra "amigas" se queda corto. Era más que amistad, teníamos un vínculo, nos comprendíamos. Solo necesitábamos mirarnos a los ojos para saber lo que estábamos pensando. Me hacía sentir segura, era valiente, atrevida, divertida y tan radiante, tan cálida, que derretía el invierno cuando sonreía. Me hacía sentir bien, me completaba. Nunca había conectado con nadie de esa forma y a día de hoy, conocerla sigue siendo una de las cosas más maravillosas que me ha pasado en la vida.

Una tarde, en una de nuestras escapadas jugando a las exploradoras, nos alejamos más de la cuenta. No nos perdimos, eso era imposible con Pumpkin, era un año menor que yo, pero lo conocía todo, lo recorría todo, el mundo se le quedaba pequeño. Cuando llegamos a lo alto de una colina llena de arces, pudimos ver a apenas unos metros y casi oculta entre la maleza, una casa con aspecto de abandono.

Pumpkin se agazapó para acercarse a aquella casita destartalada furtivamente, mientras en susurros, me explicaba que era un mal lugar. Los padres del pueblo asustaban a sus hijos con leyendas sobre esa casa. Decían que una bruja malvada vivía en ella, que secuestraba a los niños y niñas que se portaban mal y los mantenía bajo su control con una terrible maldición, cautivos, para alimentarse de su energía. Y que si te acercabas por la noche, podías oír los llantos de los pequeños.

Luego Pumpkin sonrió y me dijo que eran todo patrañas, que no debía tener miedo. Me aseguró que ella había ido por la noche y no escuchó ningún llanto, solo silbidos. No la creí. Hicimos broma con el tema. Nos reímos imaginando a la bruja malvada, jugando con un silbato de plástico como si fuera una trompeta. Pero no me atreví a acercarme más a la fachada y quise volver enseguida, a pesar de que había conseguido hacerme reír, como siempre. Supongo que Pumpkin tenía razón, estaba asustada.

Me acompañó a casa y se despidió con la mano, mostrándome esa sonrisa agujereada y llena de pecas que tanto me gustaba, antes de salir corriendo con su vitalidad desbordante y aquella energía de la que siempre parecía que necesitaba desprenderse.

Tuve pesadillas esa noche. También la siguiente. Soñaba con aquella casa y con una bruja horrible, de pelo blanco y nariz aguileña, asomándose tras los cristales de las ventanas de aquella casa, donde mi imaginación la recreaba haciendo cosas malvadas. Tenía tanto miedo que no pude dormir durante días. Tampoco quería ver a Pumpkin. No podía mirarla a la cara y decirle que aquel lugar y la historia que me había contado me estaban quitando el sueño.


Enfermé.

Cuando tras varios días llamando a la puerta y tratando de convencer a mi madre de que la dejara entrar a verme no logró su propósito, Pumpkin saltó al patio trasero y se coló por la ventana de mi habitación. En cuanto entró, supo que me marchaba. La maleta descansaba junto a la puerta y todas mis cosas estaban dentro. Mi padre ya estaba informado de que llevaba días encontrándome mal y había decidido poner punto y final a mi visita antes de tiempo. A la mañana siguiente, en unas horas, iba a estar allí para llevarme de vuelta a casa, muy lejos de mi madre, del pueblo y de Pumkpin.

¡No te vayas, Venoa! Aún no ha terminado el verano, todavía tenemos mucho tiempo para estar juntas... —No respondí, la fiebre apenas me dejaba permanecer despierta— Es por la casa, ¿verdad? Era mentira, todo era mentira. No hay ninguna bruja. Te lo demostraré y haré que estés bien de nuevo. Traeré el silbato, iré a buscarlo y estaré aquí antes de que te vayas. Así sabrás que no hay ninguna bruja, dejarás de tener miedo. Te cuidaré, me quedaré a los pies de tu cama, despierta, para que no estés sola. No te vayas, Venoa.

Pero fue ella quién se marchó entre lágrimas. No regresó a tiempo y no volví a verla. Mi padre me llevó de vuelta a casa, seguí con mi vida y regresé al año siguiente, esperando encontrarme con ella, pero no fue así. No la vi ese verano, ni el de después de ese. Seguí volviendo algunos años, pero ella ya no estaba. Al final, el tiempo pasó, dejé de ir los veranos a casa de mi madre y cada año la extrañaba un poco menos. Pumpkin quedo en mi pasado, como un recuerdo medio borroso, de esos que has idealizado y del que ya no sabes qué partes son reales y qué otras no tanto.

Quince años después, ojeando un álbum de fotos con mi madre en navidades, en una visita de fin de semana, salió el tema de la niña con la que había pasado días enteros en aquel primer verano que visité el pueblo.

(Puedes leer la segunda parte aquí)


Título: Amistad.

Estrellas mes: 3.

Palabras: 1644.

Objetivo Relato: 4- escribe sobre el amor de la amistad.

Objeto oculto1: 12- Una libreta.

Objeto oculto2: 16- Una quincena.

⚠AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE⚠

Sin



Aquí el micro:


La carcajada resonó por todo el palacio.

¿Dices que tú, Princesa de Rendorán, el reino subterraneo de las minas, la que tiene mil ayudantes de cámara, a quien llaman el Diamante del Reino, quieres trabajar como recolectora?

Sirena, no le veía la gracia, conseguir alimentos le parecía de lo más digno. 


Título: Princesa.

Palabras: 51.

Objetivo Micro: 3- Relato bajo tierra.

Objeto oculto: 6- una sirena.

Recomendación: Juan, agosto.

Enlace: https://twitter.com/sinciforma/status/1432294550249279489?s=20

Comentarios: Juan

⚠AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE⚠

sin.



Y la recomendación, como se ve aquí arriba, es el relato de Juan de agosto, llamado "Qué solo estás", que está basado en una canción y le ha quedado muy resultón.

Y nada más, recordad dejar comentario, que los comentarios salvan vidas, y seguir el blog :P

2 comentarios:

  1. Buenas tardes

    Casi al fin del plazo, he leído tu relato y tu micro.

    El micro está muy bien. En efecto, ¿qué puede haber más importante que recolectar alimentos aunque seas una princesa?

    En cuanto al relato, me ha encantado y me alegra que tenga una segunda parte. Hay mucho misterio con respecto a quién es Pumpkin. Está todo muy bien, el ambiente, ese viaje no excesivamente deseado a un lugar perdido, la relación tensa de Venoa con la madre y, sobre todo, esa amistad (o algo más) tan profunda que se establece entre las dos. Espero con interés la segunda parte.

    Un saludo.

    Juan.

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  2. Hola Katty, llevo tanto tiempo desconectado de las redes que hasta tenía relatos tuyos pendientes de leer... bueno, este creo que lo había leído porque me sonaba, pero me pillaría mal porque no estaba comentado. En fin, tendría que ser un delito no leerte. Me ha encantado esta primera parte, una historia muy bonita que en algunos momentos me ha recordado (más en la forma de contar las cosas que en el argumento) al precioso "Paraíso inhabitado" de Ana María Matute. El ritmo narrativo es muy bueno y me encanta como ambientas el lugar y la historia y ese fantástico personaje que es Pumpkin. Voy ahora mismo a devorar la segunda parte. Gracias :)

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