Os traigo mis dos relatos de febrero! Ya hemos pasado el segundo mes del #OrigiReto2018, y tengo que reconocer que está siendo
una experiencia estupenda, la implicación de los jugadores sigue
siendo muy buena, este mes también ha habido mogollón de relatos
entregados y de mucho nivel. Enhorabuena a l@s participantes
por los OrigiPuntos acumulados. Ya tenéis el Ranking de
febrero justo al final de la entrada...
Os dejo mis dos ejercicios del OrigiReto de enero (recomiendo leerlos primero):
Y a lo que vamos, os
dejo mis dos relatos del mes de febrero y la musiquita para
acompañar, como siempre. Espero que os gusten y recordad dejarme un
comentario para saber qué os han parecido y hacerme muy feliz ;3 (¡Y ENRROLLAOS SIGUIENDO EL BLOG, VENGA! QUE TENGO FACTURAS QUE PAGAR... Publicidad agresiva ahí... ALGUIEN TIENE QUE HACERLO... Pero el blog es gratis -__-... ¡CALLA, QUE ESO NO LO SABEN!... No me times a los fans... ¿QUÉ FANS, MALDITA LOCA?... ¡Oye! xD)
Canciones:
Supervivientes.
La
procesión avanzaba lenta entre la maraña de zarzas y arbustos del
angosto terreno boscoso. Había sido difícil acceder al valle
cargando lo necesario para la expedición y ya oscurecía, así que un
grupo había avanzado para organizar el campamento donde pasaríamos
la noche. Cuando nos reuniéramos todos descansaríamos unas horas,
con suerte. Aunque decir todos sería engañoso, no todos habían llegado hasta allí y muchos menos regresaríamos.
El
bosque era traicionero, casi como un ser vivo, un depredador
acechando a su presa para enrredarla entre sus tentáculos llenos de
espinas ponzoñosas. Ni siquiera tenía nombre: la gente no nombra
los lugares a los que no va. Y nadie iba al bosque.
Estaba
maldito, encantado. Podía sentirse incluso desde fuera. Maldito o
no, la realidad era que aquél lugar no tenía piedad. Aguas
envenenadas, aires tóxicos, plantas venenosas, animales feroces...
Nadie asociaba la magia, cada vez más común, a ese lugar, solo la
muerte. Nos habíamos topado continuamente con cuerpos sin vida en
estados muy diversos, cuerpos humanos, abandonados y olvidados allí
para siempre, sin opción de escapar incluso después de soltar su
último aliento. Todos tenían miedo y nadie quería realmente
estar allí, pero 20 monedas de oro eran muchas monedas, la mitad por
adelantado y otras diez a sus familias si no regresaban. Tras las
últimas muertes y desapariciones, descubrimos que parte del problema
era la cantidad interminable de fuegos fatuos que infestaban el
valle. Incluso a mediodía a pleno sol, el lugar era oscuro y denso,
y los pequeños espíritus azules y brillantes llamaban la atención
de los incautos, sumiéndolos en un trance hipnótico, atrayendolos lejos del grupo y haciendo que la densa espesura los engullera para
siempre.
Logramos
mantener los fuegos fatuos alejados rodeándonos de antorchas y
acelerando el paso para mantener a la gente activa y centrada. Si
podíamos recuperar los equipos, repartíamos el peso de lo más
indispensable entre los que quedaban, pero ya no tratábamos de
recuperar a los perdidos. Nadie regresaba de la búsqueda.
Yo
iba ligero, pero los campesinos, soldados y hombres de oficio
reclutados, llevaban demasiado material, demasiado peso. No solo los
bártulos de rigor, víveres y equipo básico, si no montones de
hachas, sierras, picos y un extraño frasco ridículamente grande,
transparente como el hielo, de un material azulado y pesado al que
solo yo, a cargo de la expedición, y el teniente, como mi apoyo y
supervisor, reconocíamos como algo llamado cristal. El recipiente
medía algo más de un metro y la abertura estaba sellada con madera
blanda. Lo había estado arrastrado una mula en una pequeña
carreta junto con los víveres, pero al entrar en el bosque, la
carreta y la mula habían quedado atrás. En realidad, nada de eso
parecía ser tan importante como el extraño artilugio que portaba en
el bolsillo. Aunque el mando de la expedición estaba a mi cargo y
recaía sobre mí, de forma indiscutible, la responsabilidad de marcar
el rumbo del grupo, era aquella extraña brújula lo que me indicaba
hacia dónde debía guiar el avance de la expedición, compuesta en su gran mayoría por leñadores rudos y jóvenes incautos, que se habían
adaptado sin problema al ritmo rápido y duro del avance, más por la
fuerza que les daba la necesidad del oro que por la experiencia. No
era así para alguien como yo, acostumbrado al estudio, que a pesar
de ser ágil y despierto, tropezaba a menudo y seguía el paso con
dificultad, algo natural dada la peligrosidad del medio por el que
nos movíamos.
No
parecía una brújula en realidad, si no algún tipo de indicador que
no marcaba el norte. Tenía el tamaño de una moneda gruesa, la parte
inferior era de hierro y la superior, de aquél raro cristal que
mostraba el interior relleno de líquido. En mi privilegiada posición
de erudito, reconocía que era aceite incoloro, junto a media gota
roja y misteriosa que hacía filigranas deslizándose por él sin
llegar a mezclarse, chocando insistente contra el interior de hierro
del pequeño recipiente sellado, como si quisiera perforarlo y salir
en esa dirección. Durante las últimas horas, se movía con tanta
intensidad que el indicador había empezado a vibrar, haciéndome
ocultarlo de los ojos curiosos.
Los
últimos rezagados llegaron al campamento junto con las primeras
estrellas y la noche se abría paso como si llegara tarde. La
inquietud de la pequeña turba arremolinada frente a la hoguera se
hizo más que evidente al instante. A penas se había reunido un
tercio del grupo inicial. Estaban asustados, habíamos perdido a
demasiados.
De
pronto, alguien reparó en el tímido fulgor que empezaba a teñir de
blanco los cielos del sur y los gritos de asombro se unieron a las
quejas cada vez menos civilizadas. Temíamos una revuelta, así que
calmamos los ánimos como bien supimos y me acerqué al fuego con
solemnidad, tratando de situarme en el centro de la reunión. A pesar
de mi corta edad, todos me respetaban por mi estatus y conocimiento,
a diferencia del líder militar que me acompañaba y supervisaba en
la expedición, quien a pesar de su experiencia y alto rango, era
brusco, belicoso y con poca mano izquierda. Hacerme cargo del
discurso era la opción inteligente: a mí me escucharían, siempre
que mantuviera mi respeto hacia ellos, como siempre.
—Amigos...
—Carraspeé y empecé de nuevo con decisión— ¡Amigos! Sé que
ninguno de vosotros conoce el motivo de la expedición, que la
mayoría sois leñadores, herreros y también ganaderos. Gente de
labranza. Que habéis venido a trabajar y a ganaros el sustento para
mantener a vuestras familias. Pero solo habéis pasado penurias
durante días hasta llegar hasta aquí —La multitud asintió
murmurando, pero logré acallarlos con un gesto apaciguador—. Pero
ya hemos llegado, estamos tan cerca... —Miré hacia mi mano de
refilón, donde el indicador vibraba frenético por culpa del líquido
extraño—. ¡Esta noche no dormiremos! Hay que llegar al orígen de
esa luz. Doblaremos la recompensa.
El
silencio se alargó un par de segundos mientras señalaba hacia la
claridad del sur, pero si hubo alguna intención de revelarse por
parte de los presentes, esa última frase las desintegró. En
cuestión de minutos, no quedaba del campamento mas que un montón de
cenizas embarradas donde había estado la hoguera.
Como
un pez de colores.
Solté
aquél artilugio loco en mi bolsillo exasperado por la vibración
cuándo lo vi. Brillaba entre la hojarasca del suelo, tan blanco que
cegaba. Me agaché, apartando hojas y tierra en un arranque
histérico. Habíamos llegado. Apenas a unos metros. vimos un fulgor verdiazul entre la
vegetación y aquél árbol inmenso entre nubes
de luciérnagas. Majestuoso e imponente, se erguía en medio del
claro como una divinidad, iluminando el bosque y el lago a sus pies
con esa luz tibia y pura. Sus raíces se entrelazaban con la tierra
como telarañas que se entretejían con el mismo bosque, enredándose
con la vegetación, formando arcos inmensos que perforaban el suelo
húmedo como un mal zurcido y extendiéndose por las profundidades del lago como gigantescas serpientes luminiscentes, volviendo el agua
extraña, cristalina y azul.
—Yggdrasil...
—susurré tratando de mantener la compostura mientras comprobaba
que el minúsculo torbellino de líquido rojo me diera la razón—
¡No bebáis del lago! —ordené— Organizad el campamento y llevad
las herramientas a la base del árbol.
Los
hombres obedecieron sin rechistar. Construyeron una tarima y antes
del amanecer ya habían empezado a talar a cuatro metros del suelo,
como les había ordenado. Pero el avance no era ni de lejos tan
rápido como cabía esperar. El ambiente entre los presentes era de
desconfianza y miedo. Había peleas y las desapariciones e
intoxicaciones no ayudaban a serenar la inquietud. Algunos temían
estar destruyendo algo mágico y sagrado, quedar malditos por el acto
salvaje de destruir aquella maravilla de la naturaleza, pero la
recompensa era demasiado jugosa como para negarse y estaban
demasiado lejos de casa como para marcharse sin más. Ninguno de
ellos quería regresar abandonando la seguridad del grupo.
Desde
que hubo sospechas de la existencia de brujas como verdaderas
usuarias de poderes sobrenaturales a comienzos de siglo VII, y
conocimiento de la magia y sus criaturas desde el año 894 d.C., la
gente temía todo lo relacionado con ello. Les asustaba cualquier
cosa fuera de lo convencional y 181 años después, el temor se había
vuelto un odio creciente hacia todo lo relacionado con la existencia
de la magia, casi siempre sin motivo aparente, ya que muy poca gente
había visto algo genuinamente mágico, ni su vida se había visto
afectada por nada relacionado con ello, directa o indirectamente.
Además, la gente astuta y maliciosa estaba empezando a usar las
falsas acusaciones para deshacerse de rivales, enemigos y blancos de
sus envidias. Y lo peor, dirigentes, nobles y caballeros, no habían
perdido el tiempo los últimos años, aprendiendo a usar ese odio
como herramienta para controlar y meter miedo al pueblo.
Para
mí, aquella era la primera vez que interactuaba con algo mágico.
Estaba fascinado. Había empezado a estudiar escritos y documentos
sobre cualquier cosa sobrenatural desde que había sido capaz de leer
gracias a la tutela del Duque, quien había compartido conmigo parte
de sus amplios conocimientos, y dirigir la expedición, aunque fuera
bajo la supervisión del teniente, era un verdadero honor. Por
descontado, cumplir con éxito la misión, era más importante que la
cantidad de vidas que pudieran perderse en ella, incluida la mía. Y
aunque la muerte y los peligros nos rodeaban constantemente como una
soga al cuello, merecía la pena si con ello lograba servir a los
objetivos del Duque, fueran cuales fueran.
Pero
estaba siendo complicado, no solo por el grosor de la madera, si no
por que era casi tan dura como la piedra. Tres días pasaron sin
apenas descanso hasta que logramos acceder al corazón del árbol y
la savia lechosa, espesa y luminosa, comenzó a brotar como lava
líquida hacia el exterior, pringando el tronco y el suelo hasta
diluirse en el agua del lago. Tardamos otro día en canalizar el
fluido para llenar el frasco de cristal y lograr abrir una abertura
lo suficientemente amplia cómo para acceder al interior: ese era mi
objetivo.
Impaciente
por actuar y algo mareado por el efecto embriagador del intenso y
delicioso olor dulzón de la savia, me até la cuerda con prisas y
pasé de la tarima a la madera viva de una zancada. El agujero de
entrada formaba un pasillo irregular de casi tres metros de largo, que
perforaba el árbol hasta la mitad y se estrechaba a medida que
llegaba al centro, desde donde aún fluía ese líquido vital hacia
el exterior, como un pequeño manantial de jugo de luz casi
iridiscente. Era fácil perder pie por el suelo astillado, pero podía
usar las muescas de la madera para sujetarme.
En
el corazón del árbol, la luz era cegadora y el olor, tan intenso que
no podía dejar de salivar. Había una cavidad central en forma de
lágrima de unos dos metros y medio de ancho por cuatro de alto, y la
entrada talada llegaba casi al techo del hueco. La cavidad, inundada
por la savia, estaba llena de filamentos, cabellos blancos y finos
que salían de la madera y se hundían en el líquido, como los hilos
que unen las semillas y la carne en la calabaza, y se desprendían
cayendo a plomo sobre el líquido brillante, rompiendo su superficie
espejada como si fuera mercurio.
Me metí lentamente, sumergiéndome hasta la barbilla, tratando de no
enredarme en la maraña de filamentos. Todo era tan brillante que
apenas distinguía nada. Estaba caliente, todo el interior palpitaba
como un ser vivo. La euforia me apretaba el estómago, no sabía si
de emoción o por efecto de la exposición al líquido mágico, así
que no perdí el tiempo.
—¡Abrid
el frasco! —grité hacia el exterior.
Me
hundí en la sangre dulce y cálida del árbol y tanteé a ciegas. Fue tan simple.
Salí
a la superficie y el sabor del cielo se metió en mi boca. Tomé aire
calmándome mientras salía del líquido sentándome en la abertura.
Miré como la savia se deslizaba dejando su piel al descubierto. Sus
cabellos blancos se desprendieron al unísono de la pared de madera liberándola y respiró por primera vez mientras un temblor recorría su cuerpo. Diminuta, tiritaba entre mis brazos, las gotas
caían de sus pequeñas alas blancas y emplumadas como lluvia de
verano, mientras abría lentamente sus maravillosos ojos verdes de criatura centenaria. En el mismo
instante en que me miró, la luz, el universo, todo desapareció,
excepto ella y yo.
—Pyukee.
Y
esos han sido mis dos relatos de febrero correspondientes a los
ejercicios 17, "Describe
una noche o crea un relato que suceda en un bosque encantado." y
9, "Describe
un despertar original." y mi preciosa pegatina
completa x3 Gracias por vuestro tiempo <3
Recordad que podéis apuntaros cuando queráis mientras queden plazas y que podéis contactar conmigo y con Stiby a través de Twitter buscándonos como @Musajue y @Stiby2, o en el hashtag #OrigiReto2018.
Para que no os perdáis nada, añado el enlace a las normas del OrigiReto, dónde encontraréis la lista de 24 ejercicios, Ranking actualizado y todo lo que necesitáis saber: OrigiReto Creativo 2018 Blog de KATTY y en el blog de Stiby AQUÍ.
(PFF, QUE TÚ TE CREES QUE ALGUIÉN VA A PILLAR EL TÍTULO DEL SEGUNDO RELATO... Venga, no seas aguafiestas, hay que tener fe xD... PUEDES TENER FE EN LA TEORÍA DE CUERDAS, LA INTELIGENCIA HUMANA ES UN MITO... Tú eres humana O_o... YO NO EXISTO CARIÑO XD... Vaaale, ahí me has pillado xD... 😎)
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